Reseña de “Había una vez en Hollywood”, la novena película de Quentin Tarantino que reinventa la historia de 1969

“Había una vez en Hollywood”, titulada en España como “Érase una vez en Hollywood” y “Once upon a time in Hollywood” en los Estados Unidos, es una película compleja de reseñar, ya que como la mayoría de las obras de Quentin Tarantino, no es un contenido que sea fácilmente digerible o disfrutable por todo tipo de público. Esta novena película de Tarantino estuvo rodeada de muchas expectativas ya que el director siempre ha coqueteado con la idea de finalizar su filmografía con 10 títulos, pero comentó que si esta entrega era bien recibida, quizá podría dejarla como cierre. Lo cierto es que “Había una vez en Hollywood” es exactamente lo que nos insinúa con su título: una reinvención de la historia de Hollywood durante los años 60. Específicamente, enfocada en la antesala de la masacre ejecutada por la Familia Manson el 8 de agosto de 1969, día en el que Tex Watson, Susan Atkins, Linda Kasabian y Patricia Krenwinkel asesinaron a la actriz Sharon Tate y compañía en su casa ubicada en la calle 10050 Cielo Drive, en Beverly Hills, California, por órdenes del psicópata Charles Manson. A continuación, advertencia de spoilers.

Los protagonistas principales de la película, Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) y Cliff Booth (Brad Pitt), son personajes ficticios. Rick es un actor que protagonizó varias películas de acción, westerns y series de TV, pero que su carrera comienza a decaer, recibiendo sólo contratos secundarios como el villano de producciones protagonizadas por otros actores. Cliff es el actor doble de riesgo de Rick, pero que con la falta de proyectos ha estado encargándose de labores como chofer, técnico de mantenimiento y en líneas generales como el acompañante predilecto de Rick. Como lo describen en el film, Cliff es “más que un hermano, pero menos que una esposa” para Rick.

Este par de amigos son el centro desde donde despega una aventura en la que Tarantino nos pasea por sus pasiones de la época en el cine y la TV, la ciudad de Los Ángeles, su arquitectura, los cigarrillos, los hippies, los pies de las mujeres, y más cigarrillos.

Las historias de los personajes de Rick, Cliff y Tate se desarrollan en tres actos que Tarantino resumió en tres días: El 8 de febrero; el 9 de febrero; y el 8 de agosto de 1969, noche en la que el psicópata Charles Manson (Damon Herriman) envió a cuatro miembros de su banda a la casa de Roman Polanski en Beverly Hills, donde se encontraba su esposa en compañía de unos amigos, ya que Polanski se encontraba en Londres preparando el largometraje, El Día del Delfín, que jamás culminó.

El director nos sumerge en las típicas escenas de diálogos largos en situaciones poco convencionales para los personajes de Rick y Cliff, mostrando en escena referencias a la Mansión Playboy, las filmaciones en los estudios, y las riñas entre los talentos. Incluyendo al maestro de las artes marciales y actor, Bruce Lee, durante su paso en la producción de la serie The Green Hornet (El Avispón Verde) como Kato junto a Van Williams en 1966.

Una de las escenas más divertidas es la del enfrentamiento de Cliff contra Bruce Lee, interpretado impecablemente por Mike Moh. Este momento no sólo funciona como comedia, sino que marca las bases para darnos a entender que Cliff es un hombre con grandes habilidades en la defensa personal.

Otras escenas memorable son las que aparece Rick junto a la niña actriz Trudi (Julia Butters), cuyo personaje desborda una madurez y sabiduría increíbles en la trama. Así como también la escena de Cliff llegando al Rancho Spahn a verficar si su dueño octogenario, George Spahn (Bruce Dern), no se encontraba en peligro por la invasión de hippies en su propiedad (la Familia Manson). Esta escena tiene un suspenso que no tiene nada que envidiarle a ninguna película de Stephen King.

También es muy emotivo ver una vez más a Luke Perry como Wayne Maunder, actor que coprotagonizó la serie de televisión western Lancer, en la que interpretaba a Scott Lancer. Esta es la última película de Perry, quien murió el 4 de marzo de 2019, habiendo grabado todas sus escenas.

En el tercer acto, la película toma la forma de narrativa de un documental de Discovery Investigation. Así te das cuenta que te vas acercando al momento cumbre de la noche de los asesinatos de la actriz Sharon Tate y otras cuatro personas el 9 de agosto de 1969.

Para sorpresa de todos, Tarantino le da un giro inesperado a la trama. Llevando a Tex Watson (Austin Butler) y compañía al encuentro de un Cliff completamente drogado con un cigarrillo bañado en LSD, regresando a casa de Rick tras pasear a su perra Pitbull entrenada. Es en este momento, cuando menos te lo esperas, que todo se sale de control y comienza una masacre completamente diferente a la de los hechos ocurridos en la vida real. En esta ocasión, los masacrados terminan siendo los integrantes de la Familia Manson a manos de Cliff, su perra y el mismo Rick quien termina incinerando a una de las criminales en su piscina. Toda esta escena es probablemente lo mejor de la película, pero no por el exceso de sangre y violencia per se, sino por la grata sensación de justicia que la película nos hace sentir al cambiar los hechos de la historia y darnos un final feliz.

En conclusión, “Había una vez en Hollywood” no es una película para todo público. Es un film hecho para contar una historia con un final reconfortante explotando las mejores herramientas de la narrativa tan particular de Tarantino. Esta novena entrega del director es disfrutable en muchos aspectos, porque cada escena tiene un tono diferente, logrando manejar de una manera habilidosa diversas emociones en su trama, sin necesidad de encasillar la película en un género particular. Tenemos escenas de acción, drama, comedia, terror, suspenso, todo en una sola historia original de una amistad entre dos personajes ficticios pero fundamentada en hechos históricos de Hollywood.

Personalmente no creo que Tarantino se retire tras este estreno. Aún le queda la gran tentación de producir una continuación de Kill Bill, e incluso la posibilidad de hacer una película de Star Trek bajo su dirección.