Relaciones de pareja: La encrucijada de los 3 años

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Estos son tiempos difíciles en los que todo se mueve mucho más rápido de lo que acostumbrábamos hace 15 años. Las relaciones de pareja también se ven afectadas por este vertiginoso ritmo en el que vivimos. Siendo común encontrar relaciones que se forman a partir de las redes sociales, individuos que interactúan en la distancia y que logran más tarde conocerse en persona y en algunas ocasiones, con suerte, tener una relación estable. Lo curioso es que por alguna misteriosa razón, suele ocurrir que alrededor de unos 3 años aproximadamente, algunas relaciones que habían lograron sobrevivir y establecerse sobre sentimientos que surgieron muy a pesar del errante caos de la actualidad, sucumben ante lo que yo llamo en este artículo “La Encrucijada de los tres años”.

Esto que pareciera un misterio, podría deberse a muchos factores, quizá tantos que no podemos comprender a simple vista cómo nace esa encrucijada. Lo mejor es meternos un poco en contexto de lo que para para muchos han sido las experiencias en relaciones.

Normalmente, los primeros meses de una relación no suelen ser problemáticos. Todo es de lo mejor, ambos individuos son muy comprensivos y tolerantes el uno con el otro. La armonía reina, aún cuando existan pequeñas diferencias, puesto que nada parece importar lo suficiente como para tratar mal a la pareja o guardar resentimientos. Todo fluye como un río. Cada quien da lo mejor de sí mismo en un circulo de refuerzos cognitivos entre ambos y de esta manera se forjan las bases para establecer lo que en consecuencia podría ser una relación más estable.

Superando esa primera etapa, pasado el año (más cerca del segundo que del primero), la pareja se suele encontrar en una especie de “madurez” o estabilidad emocional. Es una etapa que tiene sus buenos frutos. Nos aceptan como somos y aceptamos como son, pero las diferencias no se suelen resolver tan armoniosamente como en un principio. Llegado a ese punto hay cierta irritabilidad entre las partes ante ciertas circunstancias que pueden variar según sean las costumbres o mañas de cada individuo. Llega el típico “Tú nunca… Tú siempre…” del que muchas personas se quejan.

Tú siempre estás con tus amigos.

Tú nunca me comprendes.

Tú siempre reclamas lo mismo.

Tú nunca me abrazas.

Tú siempre piensas mal.

Tú nunca compartes con mi familia.

Tú siempre estás trabajando.

Tú nunca quieres hacer lo que yo digo.

Tú siempre tienes la razón.

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De hecho, también suele haber un clima de nostalgia en los momentos de reconciliación de la pareja, momentos íntimos de cada uno en los que son recordados sus inicios con esa trillada frase que dice: “Éramos felices y no lo sabíamos”.

Es en este punto en donde podemos pensar que el “caldo nutritivo” que se ha formado comienzar a crear las “bacterias” que atacan la relación alrededor de su tercer año.

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El clima de descomposición de los 3 años puede variar de una pareja a otra. Sin llegar a hablar de los casos extremos de codependencia (porque ya eso sería un tema completo a tocar en otro artículo), las hay desde las que sólo tienen una diferencia a la semana de la cual se “recuperan” en las próximas 24 horas, pero siguen acumulando resentimientos que sacarán a relucir en la próxima diferencia que tengan, hasta las que tienen un clima de tempestad continuo que no deja ver ninguna razón buena para continuar la relación.

La Encrucijada ha llegado.

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Pero, ¿cuáles suelen ser los signos de esta “encrucijada”? Pueden variar según las experiencias de cada pareja, sin embargo vamos a enunciar algunos de los argumentos más comunes que las personas comienzan a expresar en esta etapa a sus acompañantes:

  • Quiero tener más tiempo para mí.
  • Necesito trabajar más / estudiar más / jugar más / meditar más / etc.
  • Quiero pasar más tiempo a solas con mis amistades.
  • Yo quiero hacer de mi vida lo que yo quiera sin ataduras.
  • Agradezco tu apoyo en su momento pero ya no lo necesito.
  • Necesito más alegría en mi vida.
  • No me quejo del sexo pero quisiera hacerlo con más frecuencia.
  • Estoy muy estresado y no me relajo cuando estoy contigo.
  • Estoy demasiado ocupado(a) para atenderte.
  • No me llames continuamente, me estás acosando.
  • Deja los celos que se trata de mi amigo(a).

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Aunado a la gran cantidad de argumentos que buscan justificar la distancia que se va expandiendo en cuestión de horas en la relación, comienzan a ocurrir las típicas “escapadas” para salir por su cuenta sin dar explicaciones a la pareja. La muletilla de estar en el trabajo o reunido con unos amigos(as) para ocultar cualquier tipo de salida se convierte en una constante en la relación. Factores que evidentemente pueden dar protagonismo a las infidelidades.

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Es entonces cuando el dilema de la encrucijada se plantea: “¿Terminamos esta relación o tomámos de nuevo las riendas juntos y reparamos todo esto?”.

Por lo general, sólo una de las partes es la que se plantea seriamente el dilema de la encrucijada, con una gran tendencia a elegir “reparar” los daños de la relación, mientras que la contraparte ensimismada sólo ve como la mejor opción bien sea separarse o permanecer cada vez más tiempo alejados el uno del otro.

Los resultados de la encrucijada, en mi experiencia y la de mis conocidos, no ha sido satisfactoria. Muchos logran ponerse manos a la obra a “intentar reparar” los daños de la relación, y prolongan mucho tiempo la angustiante sensación de incertidumbre y desasociego de la encrucijada. El final siempre llega, tarde o temprano, siempre llega después de plantearnos el dilema.

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Sin embargo, no todo es un triste final. En algunos casos, después de haber enfrentado la encrucijada y separarse, hay parejas que logran tener un reencuentro. Luego de haber tenido incluso otras parejas de por medio (que probablemente hayan llegado a la misma encrucijada también). Es como sí en esta nueva oportunidad comprendieran (tras revivir numerosas veces la encrucijada) que la primera opción del dilema no era tan mala después de todo, porque sigue siendo cuestión de voluntad, respeto, responsabilidad y tolerancia lo que puede dictaminar el futuro de una relación de dos personas que todavía se aman.

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Todo final es un nuevo comienzo. La encrucijada no es más que una puerta que se abre y te regala esa opción para recordarte que siempre has sido tú quien decide estar con quien quiere estar. Los sentimientos y la consecuencia de ellos (nuestros pensamientos y acciones posteriores) no son una imposición intransigente de nadie sobre nadie, nacen dentro de nosotros, pero no son perennes, evolucionan, cambian, se adaptan, se transforman, mejoran… y junto a ellos también quienes los experimentamos.

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