Analizando “Oxygen”, la nueva película de Netflix que ha captado el ojo de la crítica

Desde el 12 de mayo se encuentra disponible para todos los suscriptores de Netflix la película “Oxígeno” (Oxygen), un filme que en sus primeros días de vida, ha sido relativamente favorecido por la crítica. Ha sido considerado desde un no muy ingenioso pero entretenido film de ciencia ficción realizado con gran esmero, hasta un interesante caso de creatividad, producción e interpretación en tiempos de pandemia, con un argumento que va creciendo en la medida que se desarrolla (advertencia de spoilers).

La trama de este filme se basa en el “despertar prematuro” de una mujer encerrada en una cápsula criogénica que además funciona como su unidad de cuidado médico.

Herméticamente cerrado, la suerte de “sarcófago” donde se encuentra la protagonista, está diseñado para proporcionarle todos los cuidados necesarios a través de una variada gama de dispositivos de última generación, al mismo tiempo que observa y monitorea el estado de su “huésped”, todo bajo la supervisión de una inteligencia artificial.

El despertar de la protagonista, (que primero identifican con un código alfanumérico y luego es llamada Liz), parece, por unos breves instantes, un forzado nacimiento en el que desgarra su envoltura protectora y se separa de los implementos tecnológicos adheridos a su cuerpo, para inmediatamente dar paso a dos tipos de conflictos fundamentales que orientan sus acciones e intenciones.

El primero de ellos: la urgencia por no morir, ya que el oxígeno de la cápsula se está terminando, mientras que un segundo problema corre en paralelo: su necesidad apremiante de recordar ante el dilema de no tener memoria sobre su identidad, dónde se encuentra o por cuál motivo está allí.

¿Qué entra en juego en la historia de “Oxígeno”?

Aunque existe consenso en la crítica en cuanto a que el argumento central de la historia no es cien por ciento original, si hay algunos elementos en la trama sobre los que bien vale la pena detener brevemente la mirada.

En primer lugar, el componente futurista se basa esencialmente en el manejo acertado, justificado y equilibrado de cuatro elementos: nos referimos a la cápsula criogénica, los implementos tecnológicos que la integran, la presencia de la inteligencia artificial con su elevada capacidad de interacción y, finalmente, las características del sitio donde se encuentra alojada la cápsula criogénica.  Este último elemento es develado como el punto de encuentro de los dos problemas que enfrenta nuestra protagonista.

Posteriormente, podemos encontrar una valoración de la Inteligencia Artificial, la cual se presenta como un elemento benigno y obediente a la humanidad hasta donde su programación (construida por humanos) le permite serlo.

Lo interesante aquí es observar cómo en una situación con limitadas posibilidades de sobrevivencia, un ser humano debe adaptarse progresivamente a los patrones de interacción con la Inteligencia Artificial, que podemos identificar como un gran “ojo” virtual, mientras obtiene de esa inteligencia, la ayuda que requiere para solventar ambos conflictos, dejando en el espectador la duda de si, al final, uno ha prevalecido sobre el otro.

Como tercer punto, encontramos el rol fundamental que adquiere el tiempo: existe un tiempo que transcurre y marca la duración del oxígeno con la agobiante urgencia de escapar de la cápsula; dicho tiempo resulta ser, prácticamente el mismo tiempo que tiene el espectador de la película para dilucidar toda la situación, “acompañando” a la protagonista en su carrera por sobrevivir mientras construye el rompecabezas de quién es.

Pero también hay un tiempo que transcurre dentro de los recuerdos de nuestra protagonista en la medida que los recupera y ensambla, configurando un pasado que bien podría ser el suyo. En ése punto, se descubre otra carrera por la supervivencia marcada también por el tiempo, pero en este caso es de toda la humanidad.

Gracias a eso, la película tiene un final, aunque la historia presenta realmente dos: uno es anterior a la existencia de la cápsula (que implica los recuerdos de la protagonista), y marcado por una pandemia; el otro final muestra la sobrevivencia del género humano en un planeta remoto, incluyéndola.

Finalmente, hay un cuarto aspecto al que solamente haremos mención: presentar el dilema de si escapar de la cápsula es lo indicado y procedente para garantizar la supervivencia o si por el contrario, representa una acción que precipitaría algunos acontecimientos indeseados.  Lo que en un momento parece lógico y necesario, luego de ciertos descubrimientos que realiza la protagonista, deja de serlo en su afán por escapar de la situación en la que se encuentra.

Pero conforme con esto, en la trama se filtran de forma escurridiza dos elementos adicionales: el dilema de la bioética en la investigación experimental, lo cual pareciera involucrar al compañero de investigación y posible pareja de la protagonista; y el tema de la eutanasia, que además de ser aplicado por la Inteligencia Artificial, también recibe el calificativo de “caritativa”.

Por último, el tema del aislamiento considerado como un evento contiguo a una pandemia, encuentra un espacio en la psiquis de la audiencia, lo cual pudiera intencionalmente conducir a una proyección hacia nuestro propio estado y deseo de supervivencia.

Gracias a Netflix, se nos presenta “Oxígeno” como una película de ciencia ficción donde se evidencia a lo largo de 101 minutos un acertado trabajo de dirección por parte de Alexandre Aja, una buena labor de guionización en manos de Christie LeBlanc, y una atinada interpretación gracias a Mélanie Laurent y Mathieu Amalric.  Quizás al final terminemos aceptando que no es el escape de un protagonista único el cometido de este film, sino más bien, mostrar la trascendencia del género humano a sí mismo, en situaciones de adversidad.

Si no la han visto todavía, los invitamos a que lo hagan; y si ya la disfrutaron, estamos convencidos de que bien vale la pena volver a verla.